Ensayo de pensamiento operativo
Cuando las palabras faltan…
Y los silencios sobran,
La angustia traba,
Y los miedos torran…
La angustia muestra,
Aún en su parecerse a un ocaso,
Aunque se vista de ira, asco o rechazo,
Que algo nuevo hay por comprender
Y que ello puede resolver el caso
Un sentido nuevo, un camino, un abrazo
que al final del trayecto espera,
si nos dejamos tocar de veraz
y dar, en tal dirección, un paso.
La angustia es un vacío que nos conecta con el sentido de nuestra existencia. Pero no necesariamente sólo una vez o dos en la vida y con forma de crisis. Aunque sí exija temple.
Nos visita cada vez que necesitamos “escucharnos” por dentro y rectificar nuestra dirección vital en relación a “algo” (aunque parezca menor) que estamos viviendo o haciendo. Opera como una suerte de brújula que, si sabemos escucharla, será nuestro mejor copiloto.
Cada vez que nos faltan las palabras, la angustia nos invita a encontrar un sentido a esa situación, persona o cuestión concreta. Esconde la oportunidad de un nuevo comienzo: algo que necesitamos comprender, integrar o en lo cual crecer como personas. Algo que siempre refiere la dimensión significativa del vivir: a una actitud vital y a actos específicos. A un valor que nuestro “ser” nos reclama vivir de forma concreta y auténtica: aquí y ahora, y en armonía con nosotros y los demás.
Por ello es sano –aunque por momentos pueda atormentarnos- no acallarla. Aunque si buscar –con quien podamos conversar y entendernos- ponerle palabras: comprenderla e interpretarla.